Avance de las investigaciones (1° de septiembre de 1996 a 11 de marzo de 1997) a medios de comunicación
Mario Aburto Martínez
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Las balas que mataron a Luis Donaldo Colosio, hace un año ya, fueron como el doble sonido de un gong que marcó el comienzo de una etapa de desquiciamiento nacional. Ese asesinato desencadenó una hasta ahora interminable sucesión de hechos que estremecieron el sistema político y la economía nacional. Fue como, en términos químicos, un precipitador que mostró la verdadera naturaleza del poder político en México, tan descompuesto que se permitió ajustar cuentas con procedimientos mafiosos.
Si la reacción adversa por desinfonnada, que provocó el informe rendido el 2 de junio por don Miguel Montes sobre el asunto Colosio, provocara el fin de su misión, estariamos ante el desafortunado caso de que se castiga el puntual cumplimiento del deber. Habituados como estamos a la arbitrariedad en la procuración y la administradón de justicia, el que se cumplan los preceptos legales resulta una aberración, que causa impaciencia en el mejor de los casos, y suspicacia en el peor.
Dos de las características de un agente del ministerio público (lo será Miguel Montes, designado Subprocurador para dar relevancia a su tarea y en reconocimiento a sus méritos y trayectoria), deben ser la sapiencia jurídica, la perspicacia en el análisis y la reciedumbre de carácter para vencer los obstáculos que se opongan a su afán esclarecedor.
De acuerdo con los testimonios de Jaime Cleofas Martínez, Jesús Rubén Adame, Yolanda Lázaro Caratachea y Sofía Colín Mercado, desde 1991 y a través de los comités de solidaridad, los vecinos de la colonia Lomas Taurinas de Tijuana, gestionaron la pavimentación de las calles y la construcción de una cancha en el lugar en que ocurrieron los hechos del 23 de marzo de 1994. Sin embargo, en esa época, esta última obra no se construyó, dadas las prioridades de los vecinos.
Remoción de Figueroa era necesaria, pero fue reemplazado por un prestanombres, retrasando justicia.